Gurumelos, una suculenta afición sólo apta para expertos
Andrés Masero nos enseña el arte de localizar gurumelos en el entorno de Jerez de los Caballeros.
Nueve y media de la mañana. Restaurante-bar “Mijina”. Quedamos con una persona generosa a la que podríamos definir, sin temor a equivocarnos, como una “buena persona”. Nuestro amigo Andrés Masero, “bazanero” a más señas, acepta acompañarnos en un recorrido por la dehesa para comprobar la dificultad que entraña saber dar con una verdadera exquisitez de la cocina: los gurumelos. Su época comienza a primeros de febrero y se alarga hasta la primera semana de mayo. Se necesita gran conocimiento de la ubicación de los criaderos y ese secreto precisa de un pacto necesario de discreción para, entre otras cosas, impedir que la apreciada “Amanita ponderosa” acabe esquilmada. Pero como sucede en los pueblos… todo se acaba sabiendo, por lo que no son pocos los aficionados que saben sacar buen provecho a este preciado manjar por el que se suele pagar hasta 18 euros por kilo. Como en todo, depende de la oferta y la demanda. Lo saben en Villanueva del Fresno que celebra su fiesta del gurumelo y hace acopio del que tenemos cerca de Jerez de los Caballeros.
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Además de Andrés nos acompañan Leandro y Gervasio, dos personas muy conocidas en nuestro pueblo. Leandro insiste con ahínco en su incapacidad de dar con un gurumelo, por más que fue con su hijo y un señor de 70 años que les advertía de que “los estaban pisando y ni así los veían”. Nuestra experiencia comienza tomando unas buenas migas, aunque luego la botella de agua nos sea más que necesaria. El viaje por la dehesa que tenemos, por si todavía alguien no la conoce, es un regalo impagable. Tienen que venir de fuera para recordar el inmenso patrimonio medioambiental que hay en Extremadura. Una cesta, un pincho con forma de paraguas y… a echar a andar con la cabeza “agachá”…
-“Tienes que ver que el terreno esté un poco levantado y con algo de grieta”- nos dice Andrés.
-“Leandro, creo que ya he dado con uno”- dice el periodista.
-“Aquí lo único que vas a sacar es un montón de hormigas”, responde alguien. Risas…
No es nada fácil coger gurumelos y entraña su riesgo, como bien advierte el propio Andrés. A fuerza de aprender ha sabido distinguirlos de otra familia muy parecida y, por supuesto, peligrosa. En esto de los hongos, ante la duda: dejarlos y no tocar.
-“A mí me enseñó un amigo hace diez o doce años. Llegó a un bar y me animó a acompañarle”, nos cuenta Andrés. “luego he ido con otras personas y ya esto me encanta”. Gervasio es la primera vez que sale al campo en busca de gurumelos. La experiencia le gusta pero la dificultad que entraña dar con uno le sorprende.
De pronto suena el teléfono. Andrés está hablando con su “maestro” en el arte de dar con gurumelos. De pronto un coche se acerca y de él sale todo un “personaje” entrañable que más de un cineasta quisiera conocer: “Ramonucho”. Pocos ahí como él. Nos ha visto a cientos de metros de distancia. Su hábitat es la naturaleza, nuestra dehesa. Lo mismo caza que coge 70 kilos de gurumelos en una mañana o los espárragos más deslumbrantes que puedan formar parte en una troza para sacar un dinerillo. Su sabiduría en este arte es innata y sabe jugar al despiste con aquellos que pretenden acceder a su fuente de conocimiento. Suele compartir anécdota tras anécdota y el grupo no para de soltar carcajadas.
Tras varias horas respirando aire sano y disfrutando del paisaje, llega el momento de tomar un buen queso y un buen morcón, con vino o cerveza que pone Andrés sobre el maletero del coche. Andrés, Leandro y Gervasio han hecho posible que pasemos un día inolvidable en la dehesa que tanto partido, con bicicletas, a pie, a caballo…, podemos sacarle para goce de toda la familia, una vez que el COVID-19 sea un mal recuerdo. A todos ellos nuestra más sincera muestra de gratitud.
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