Bienaventurados vosotros, los divorciados…
Recientemente he podido leer el testimonio doloroso de una chica divorciada a la que se le ha impedido ser madrina en una Confirmación. Agradezco a este medio de comunicación la oportunidad que me ofrece de mostrarle a esta hermana, como católico que soy, toda mi solidaridad y afecto.
En abril de 2016, durante su exhortación apostólica sobre la familia, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco se dirigió a los divorciados vueltos a casar para decirles que “no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros activos de la Iglesia”. También advirtió de que “ya no es posible decir que todos los que se encuentran en una situación así llamada irregular viven en pecado mortal”.
Hay una exhortación apostólica que incomoda especialmente a los sectores más intransigentes de nuestra Iglesia: Amoris Laetitia. En ella, Bergoglio hace la siguiente advertencia: “Un pastor no puede sentirse satisfecho solo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones irregulares, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas”.
Sería un acto de gran soberbia sentarse, con el corazón tristemente cerrado, en la cátedra de Moisés y juzgar con superioridad, con superficialidad…, los casos difíciles y las familias heridas. No olvidemos que, desde el concilio de Jerusalén en adelante, el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden de corazón sincero.
Cuando los fariseos se acercaron a Jesús para preguntarle en qué casos podía separarse un hombre. Jesús les respondió que nunca (Mt 19,1-12). ¿Cómo un Jesús que nos reveló un Dios de amor incondicional, que lo perdona todo…, tenía esa excepción con los seres humanos que sufren a causa de una ruptura matrimonial? ¿Cómo ese Dios no va a perdonar ese tropiezo? Para entender este enigma es obligado conocer cómo se practicaba el divorcio en tiempos del Maestro.
La mujer (a partir de los 13 años) era una pertenencia del hombre (a partir de los 17), al mismo nivel que un burro (Ex 20,17; Dt 5,21) pues lo que entendemos por matrimonio era un “arreglo familiar” nada ecuánime; luego si acaso, con el tiempo llegaba el amor en las parejas… El marido podía acostarse con otra mujer y no cometía adulterio (Ex 21,10); pero si lo hacía la mujer incurría en un grave delito. A la mujer repudiada sólo le quedaba la salida de regresar con la familia, vivir de la caridad pública o prostituirse. Por eso Jesús, al prohibir el divorcio, lo que hizo fue ponerse de parte del más débil, del más amenazado socialmente como era la mujer.
Tanto Pablo (1 Cor 7,15) como luego Mateo (Mt 19,8-9) Marcos (Mc 10,11-12) y Lucas Lc 16,18) hicieron excepciones a lo que dijo Jesús. También la tradición de la Iglesia mantuvo distintas posturas al respecto desde los siglos III al VI. Sólo a finales del siglo XII, con el papa Alejandro III se estableció de manera definitiva la postura actual de la Iglesia. Por tanto, ni la Biblia, ni la tradición ni los primeros mil años de nuestra historia cristiana respaldan la doctrina de que el matrimonio debe ser “hasta que la muerte los separe”.
Como señala el teólogo, Ariel Álvarez Valdés, el divorcio es “una masacre emocional, el fin de una ilusión, la brutal ruptura de. Un proyecto que se creía para siempre (…) Por eso la Iglesia, en vez de castigarla, debería cuidarla más que los felizmente casados, abrirles las puertas de la comprensión, de los sacramentos y la incorporación a sus instituciones”. Ariel se pregunta y yo con él: ¿Hoy Jesús le negaría un “encuentro” de comunión a un divorciado vuelto a casar? Si san Pablo, Marcos, Mateo y Lucas supieron traducir su mensaje sobre el divorcio a un contexto cultural diferente, sería bueno que nosotros, quienes formamos parte de la Iglesia, también lo hiciéramos. Como señala, José Antonio Pagola en su libro “Jesús. Aproximación histórica” “El Jesús narrado por los evangelistas es más vivo que el catecismo (…) Jesús lleva a creer en Dios como ha creído él sin hacer de su misterio un ídolo ni una amenaza, sino una presencia amistosa y cercana, fuente inagotable de vida y compasión por todos”. Pues eso, tengamos más compasión y menos…
Francisco Méndez Bravo
Para profundizar en los argumentos que corresponden a Ariel Álvarez Valdés puedes leer: https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Prohibio-Jesus-Ariel-Alvarez-Valdes_7_1305539441.html
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